¡Ya lo hemos intentado todo!

¡Ya lo hemos intentado todo!

Publicado por Pedro Meireles Sobral en Linkedin el 27/04/2016

 

La frase del título, que no pretende establecer ninguna analogía con el momento político presente – aunque no puedo dejar de confesar que tal idea me haya aflorado –, al ser proferida por los responsables de una organización o equipo, de cualquier tipo y en cualquier contexto, representa una señal inequívoca de que algo no va bien, y que hasta puede ir a peor si continuamos a intentar solucionarlo con acciones que se inscriben dentro de la concepción que tenemos de ese “todo”.

En el momento que decimos o pensamos “ya lo hemos intentado todo” sería muy útil que se encendiera una luz roja, de advertencia, para disuadirnos de seguir por ese camino.

Sin embargo, esta luz no sería suficiente porque la experiencia nos dice que existe siempre el alto riesgo de que nuestros análisis y reflexiones (en grupo o en solitario) nos lleven a considerar que una parte de las soluciones que constituyen dicho “todo” no han sido todavía bien exploradas. En ese caso decidiremos naturalmente que debemos volver a aplicarlas con más esfuerzo y empeño. La lógica tradicional nos impulsa a pensar: “Si esto es lo que se debe hacer, según la teoría o según nuestra experiencia previa, y todavía no ha funcionado, ¡debemos insistir!”

Y así llegan las peores equivocaciones bienintencionadas. Ahora mismo ya debería oírse una sirena estridente acompañando a la luz roja. Tal alarido se justificaría porque, en ese caso, estaríamos muy cerca de caer en la “trampa del más de lo mismo”, aplicando de forma recurrente los famosos “Intentos de Solución” que las investigaciones de la Escuela de Palo Alto sobre problemas humanos han revelado ser el principal factor, entre todos los que concurren, para mantener una situación problemática compleja. Quizá nos han funcionado en el pasado o en situaciones similares pero, actualmente, no están funcionando porque todo ha evolucionado de alguna forma. Existe una tendencia de ir transformando, de forma automática, en una especie de “protocolos” de actuación lo que ya hemos experimentado o hasta lo que hemos estudiado y aprendido de los más insignes teóricos.

Cuando surge un problema casi siempre alguien intenta resolverlo, como es natural. Y seguir el anteriormente descrito “modelo” de actuación también es natural, excepto si estamos entrenados para estar atentos a tales “luces y sonidos”, que nos sirven de advertencia, y poseemos herramientas y técnicas estructuradas para descubrir los casi siempre fatídicos “intentos de solución”.

Parece lógico que no esperemos encontrar y desvelar esas equivocadas formas de actuar, que corresponden a un comportamiento natural, a través de procesos deductivos o intuitivos. Lo que produce efectos indeseables pero que resulta de la aplicación de nuestras mejores intenciones, establece una situación paradójica que requiere procesos de investigación, como mínimo, contra-intuitivos. Estos procesos que favorecen el Trabajo en Alta Performance, al exigir menos esfuerzo para obtener resultados más rápidos, deben ser aplicados por profesionales entrenados y familiarizados en el trabajo con lógicas diferentes a las tradicionalmente utilizadas para gestiones organizativas, actividades formativas, alineación de objetivos, implementación de proyectos de innovación, superación de resistencia al cambio, resolución de controversias, conflictos, etc.

No se trata de investigaciones o diagnósticos tradicionales para encontrar las causas y actuar en ellas (imposible en una buena parte de los casos), sino deinvestigar el modo de funcionamiento de las situaciones indeseables, las interacciones que no funcionan en el momento presente, y así encontrar lo que mantiene el problema entre las acciones y retroacciones que estamos viviendo: los llamados “intentos de solución”. Evidentemente, después de encontrados tales escollos, que no tienen por qué ser abundantes ya que cada uno de ellos tiene un potencial de bloqueo importante, habrá que trabajar inteligentemente y de manera estructurada para erradicarlos lo más rápidamente posible. El poder de la utilización de este “punto de palanca” (intentos de solución) es tal que, en determinadas situaciones, apunta directamente el camino hacia la solución sin necesitar de mucho más esfuerzo o recursos.

Aunque en las intervenciones para eliminar ciertos bloqueos se pueda necesitar de ir más allá del descubrimiento del “punto de palanca”, y conseguir, como nos gusta decir, transformar limites en fortalezas, este es el trabajo central y fundamental, sólo aparentemente de simple ejecución, con el cual venimos solucionando situaciones complejas en colaboración con los máximos responsables de muchas organizaciones de todo tipo. Esto nos permite actuar sin tener que conducir las operaciones como si fuéramos expertos en los contenidos que les preocupan (aunque algunas veces lo podamos hasta ser), ateniéndonos a no interferir en tales contenidos y a concentrarnos en el proceso estructurado de desbloqueo de la situación, para poder ser eficaces y eficientes.

Así, tal como referimos en el apartado ¿Autonomía o dependencia? de nuestro reciente libro “Trabajo en Alta Performance”, podemos contribuir para el refuerzo de la autonomía de la organización en la superación de futuros obstáculos, disminuyendo la posibilidad de que se establezca una indeseable tendencia a depender de los “expertos”.