¿Comunicación o transmisión?

¿Comunicación o transmisión?

por Pedro Meireles Sobral

 

En los entornos académicos y empresariales existe actualmente una perspectiva dominante sobre la comunicación que favorece la tendencia a reducir este concepto a la transmisión de mensajes a través de los diversificados medios de difusión que, evidentemente, se extienden ya a las redes sociales.

Esta perspectiva dominante es sin duda la que goza de mayor aceptación no sólo en el campo académico de la comunicación sino también empresarial y socialmente. Tiene la virtud de animar debates sobre contenidos importantes y necesarios pero en muchos casos peca, por omisión, al no tener siempre en cuenta, como sería conveniente para todos, que la comunicación va más allá de una relación a través de los medios de difusión masiva. Antes de más, se trata de una relación interpersonal.

El riesgo de centrar la reflexión en los medios de difusión, es que nos distraiga de la atención debida a las aportaciones, académicas y empíricas, de todo lo que se refiere al diálogo, a la interacción entre seres humanos y a la capacidad de éstos para comunicarse en los diferentes niveles interactivos (la comunicación consigo mismos, con los demás y con el entorno en que desarrollan sus diversas actividades).

Por otro lado están las crecientes “reclamaciones” generales sobre la falta de empatía que se verifica de forma creciente en las relaciones humanas. Sobre la “falta” de comunicación que se verifica en los entornos empresariales, sociales y políticos. La pregunta que parece pertinente es: ¿Qué pretendemos finalmente?

Sin duda es importante que sepamos transmitir correctamente y de forma eficaz los mensajes que, de forma objetiva o subjetiva, creemos que nos acercan a nuestros objetivos empresariales o, más ampliamente, sociales y vitales. Sin embargo, debemos cuestionarnos si este objetivo es alcanzable dejando que sigan predominando los enfoques “transmisivos” de la comunicación en nuestras escuelas, universidades, empresas y demás instituciones.

La intersubjetividad en las relaciones interpersonales, más comúnmente conocida como empatía, no debe ser solamente un aspecto filosófico o un objeto de estudio psicológico sino que puede y debe ser estudiado, entrenado y practicado, de forma a poder verificar y demostrar empíricamente su utilidad práctica y sus efectos pragmáticos positivos. A título de ejemplo, podemos considerar que el éxito de cualquier negociación, en cualquier nivel, ámbito o contexto, se basa en los acuerdos intersubjetivos sobre determinado significado o definición de la situación en causa. Tales significados o definiciones compartidas son construidos por las personas durante sus interacciones. Algo nos es dado ya previamente como cultural o socialmente establecido pero, durante una interacción particular, se pueden generar nuevas normasactitudesvalores compartidos que contribuyen a la cohesión, o, si preferimos, a la alineación de objetivos entre un determinado grupo de personas.

Parece que cada vez cobra más sentido atender a la definición de comunicación, ya propuesta en 1990, por Francisco Varela como: “la modelación mutua de un mundo común a través de una acción conjunta: el acto social del lenguaje da existencia a nuestro mundo”.

Visto de esta forma, no parece muy adecuado, ni funcional, mantener la predominancia de enfoques que “ven” al individuo como parte de una masa, colectivo o “target” al cual podemos mensajear sin más, ni tampoco “verlo” de forma separada, en un mundo privado establecido de forma definitiva.

La interacción comunicativa resulta de un proceso de organización del discurso entre personas que, a través del lenguaje, interactúan en un proceso de constantes ajustes de perspectiva recíproca, permitiendo la socialización de las personas por medio de sus actos dinámicos, de su progresiva adaptación al entorno y de la comprensión de la evolución de los acontecimientos. Como afirmaba Paul Watzlawick, uno de los máximos exponentes de la Escuela de Palo Alto: “un segmento aislado de comportamiento es algo que formalmente no se puede definir, es decir, que carece de sentido”.

Animémonos por tanto, en vista de una sociedad más funcional, participativa y productiva, dentro las limitaciones que nos establecen nuestras responsabilidades y cometidos, a impulsar la importancia conferida a la comunicación interpersonal así como a su estudio y entrenamiento, dentro y fuera del ámbito académico.

Nuestra contribución a este fin se encuadra en nuestro reciente libro sobre la metodología de “Trabajo en Alta performance” y en su sub-disciplina “Diálogo entre Cerebros”.