La primera premisa del Trabajo en Alta Performance

Por: Mariano C Melero

El modelo de intervención del Trabajo en Alta Performance (TAP) consiste básicamente en averiguar cómo construimos los problemas y bloqueos que nos impiden avanzar adecuadamente, para luego construir las soluciones que los resuelven (o, en muchos casos, los disuelven) a partir de dicha información. Este modelo se caracteriza, además, por ser auto-correctivo, de modo que la soluciones propuestas se corrigen a la luz de la experiencia ulterior que ellas mismas producen.

Como se puede ver, este tipo de intervención parte de una premisa fundamental: lo que solemos llamar “realidad objetiva” no existe. No hay nada ahí fuera independiente de nosotros que se nos imponga de manera inexorable. O, para ser más exactos, la realidad “objetiva” (los átomos en el vacío, o las células y los tejidos) no es lo que verdaderamente nos afecta como agentes libres. La única realidad relevante es la que construye y asume como “real” el propio agente.

Esta perspectiva, pues, contradice el realismo ingenuo que solemos asumir de modo inconsciente. Sin embargo, no se trata de un enfoque novedoso. Desde tiempos remotos, la cultura antigua china y el Zen parten de esta premisa fundamental. En la Ilustración, Kant nos enseñó que no conocemos el mundo tal y como es, sino tan sólo el mundo que adaptamos a nuestras estructuras cognoscitivas. Más recientemente, Nietzsche, Ortega y Gasset y los existencialistas insistieron en la misma idea: la realidad no es algo dado, externo e independiente de nosotros. Lo que percibimos del mundo está mediatizado por nuestra experiencia, nuestras actitudes y valores y nuestras creencias. Incluso nosotros mismos, nuestra identidad, la imagen que creemos que proyectamos a los demás, todo es una construcción mental.

Pero dicha construcción no es una mera invención, no es arbitraria. No se trata de algo que podamos cambiar por medio de una mera decisión voluntaria. Esa es la gran trampa de quienes aseguran que podemos transformar la realidad con sólo desearlo, simplemente mediante la fuerza del pensamiento “positivo” y cosas semejantes. Nuestra realidad personal responde en gran medida a unas circunstancias que no hemos elegido. “Yo soy yo y mis circunstancias”, decía Ortega. Lo decisivo es darnos cuenta de que esas circunstancias en sí no nos afectan; lo que nos condiciona es nuestra visión y estimación de esas circunstancias.

A partir de esta premisa fundamental, podemos entender el tipo de intervención que hacemos desde el TAP. La palanca del cambio está en la forma que la persona tiene de ver y estimar el mundo, las cosas que le pasan, sus circunstancias. Siguiendo a Von Foerster (uno de los pioneros del constructivismo y la cibernética), nuestra intervención se rige por el imperativo de “actuar siempre de forma que se creen nuevas posibilidades de elección”. Y así, lo que buscamos es cooperar con la persona para rediseñar (o reconstruir) su realidad, de modo que aparezcan nuevas oportunidades donde antes sólo había “más de lo mismo”.  Es un trabajo basado en la cooperación con nuestros clientes, con los que acordamos las mejores estrategias para resolver/disolver los problemas que les afectan y les impiden alcanzar sus objetivos.

Aunque este modo de intervención parte de un punto de vista escéptico y desengañado, tiene un fondo de convicción de raíz humanista: cada persona es un agente libre que es dueño (o, mejor, que es capaz de adueñarse) de sus circunstancias y de las cosas que le pasan, un sujeto autónomo que es capaz de crear un espacio de acción funcional y beneficioso para él y los que le rodean.